8 ago 2008




DEPORTE Y SOCIEDAD
Por Julia Cuéllar
Revista Marometa

Solemos imaginar que el deporte es para los profesionales, para cuerpos majestuosos con habilidades casi sobrehumanas. Olvidamos que en el principio el deporte tuvo más que ver con la convivencia y la participación ciudadana que con el cuidado excesivo del cuerpo y la obsesión por ganar. La distancia entre nosotros y el deporte es un fenómeno social vinculado más a un mal hábito, que a una problemática de infraestructura o de tiempo.

En México 72 de cada 100 mujeres y 67 de cada 100 hombres mayores de 20 años padecen sobrepeso, según datos de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2006. Estos datos nos colocan en el segundo país a nivel mundial con mayores índices de sobrepeso y obesidad. Aparte de cambiar nuestra alimentación, la otra opción para cambiar las estadísticas es hacer ejercicio.

Nuestra salud aumentaría considerablemente si practicáramos alguna actividad física, pero no es el único beneficio, también mejoraríamos como personas. El deporte es parte del desarrollo integral. Recordemos que el desarrollo integral tiene como premisa dar igual importancia a los aspectos biológicos, sociales y psicológicos del ser humano. El puente entre nosotros y el medio ambiente es la motricidad, desde bebés es nuestro movimiento o llanto nuestra forma de expresión, a lo largo de nuestra vida el cuerpo continúa siendo un canal de comunicación, por lo que no debemos descuidarlo. La práctica deportiva es una manera de mantenerlo en forma.

La historia del deporte muestra que ha habido épocas en que lo consideramos una práctica social de convivencia y otras, como la actual, donde se ha resaltado el deporte como actividad de competencia, de triunfo, de separación entre ganadores y perdedores. Esto da lugar a que los valores del deporte cambien, si antes eran la unión, la convivencia y el placer, ahora son la eficiencia, el espectáculo, la desmesura física. Hoy se presiona al cuerpo para ir más allá, por lo que se justifica la utilización de drogas para aumentar las capacidades de los deportistas, destruyendo así lo que muchos teóricos consideran la razón de ser del deporte como actividad social, la convivencia y el disfrute del cuerpo.

En la infancia el deporte nos ayudó a socializar, quién no recuerda las cascaritas con los cuates, en la vida adulta aparte de ayudarnos a convivir, el ejercicio puede ser un medio de relajación, de ocio o una fuente energética capaz de combatir males como la depresión y los trastornos del sueño. Por eso es importante mantener el hábito de la actividad física, para que en la adultez no sólo seamos espectadores dominicales sino deportistas activos.

El deporte parece sólo tener ventajas, pero si retomamos lo mencionado sobre la obsesión deportiva del ganar por ganar, visualizamos un problema grave. Esta idea ha permeado nuestra sociedad, niños y jóvenes son presionados para ser como los profesionales, se les somete a buscar el triunfo por encima de todo, incrementando así su violencia y su incapacidad para trabajar en equipo, porque cuando algo falla lo mejor es culpar al otro. La frustración también aumenta si no se consigue ser el mejor porque se piensa que los demás no ayudan y que mejor sería intentarlo solo. Se fomenta así, tal vez sin desearlo, la vanidad, el odio, la intolerancia y el desdén.

La idea de que el deporte es sólo para los triunfadores o los más aptos es una de las razones por las que varios desisten, ya que deciden que sus cuerpos no son tan atléticos, ni tan capaces de alcanzar esas metas. Otros lo harán porque no desean entrar en una competencia desmedida, ni en un egoísmo que destruya equipos.

Si cambiamos la manera de entender el deporte y regresamos un poco a su origen, los teóricos aseguran que seríamos personas más plenas. Consideran que deberíamos educar la práctica deportiva como un medio para contactarnos con la naturaleza, nuestros semejantes y nosotros mismos.

Realizar actividad física no depende únicamente de considerarla beneficiosa sino de formar un hábito. Los espacios que propician los hábitos son la casa y la escuela. En ambos debemos promover el deporte como parte fundamental del desarrollo integral. Las clases de Educación Física deberían estar enfocadas a ayudar a los pequeños a sentirse seguros, capaces de resolver problemas y de trabajar en equipo sin diferenciar entre perdedores y ganadores. Este tipo de educación crea jóvenes con mejores relaciones personales que se vuelven más cálidos y frecuentes en sus manifestaciones afectivas familiares y sociales. También tienen un mejor rendimiento académico y lo más importante es que no abandonan el deporte en la adultez.

Conscientes de los beneficios sociales y personales que conlleva el hacer deporte, el gobierno de la Ciudad de México tiene abiertos al público en general 11 centros deportivos además de parques y jardines en distintos puntos del Distrito Federal. El pretexto sobre el tiempo o la infraestructura no cuenta, para hacer ejercicio basta con caminar, correr, organizar una cascarita, hacer sentadillas o lagartijas. Además recientemente se ha implementado el “Programa de Rescate de Espacios Públicos” que pretende rescatar parques, camellones y centros deportivos. El Instituto del Deporte del Distrito Federal capacitará a Promotores Deportivos Comunitarios, quienes serán los encargados de desarrollar en distintas áreas de la ciudad, programas de actividad física gratuita para todo aquel que desee incorporarse a una vida sana.

El deporte mejora nuestra autoestima, nuestro sentido ético y moral, nos convierte en personas más responsables y autónomas. Es una herramienta para relacionarnos y aceptar a los demás, nos predispone a cooperar o trabajar en equipo. El deporte entendido como parte del desarrollo integral de la persona, nos permite cuidar no sólo el cuerpo, sino también la mente.

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