Ubicarnos frente al mundo es una tarea individual, tal vez comience con saber nuestro nombre y apellido, de ahí a tomar una postura frente a la vorágine globalizada es un proceso interminable. ¿Quién soy para el mundo? ¿Qué vine a decir, hacer o ser? Mi vida es un fragmento insignificante dentro del tiempo y aún sí existe la posibilidad de convertirla en relevante para mí y para los demás.
Aprender que hay diversas interpretaciones de lo que significa ser y estar, y por ende, distintas formas de actuar en consecuencia, es importante para iniciar nuestra presentación al mundo. Nuestra identidad se irá configurando de similitudes y diferencias con el otro.
El arte es una forma de dialogar con el mundo, se configura de discursos personales que afirman identidades culturales, sociales e ideológicas. Ojalá fuera tan fácil como colocarnos sobre un mapa y ubicar nuestras coordenadas, pero hay tantos matices en nuestra postura (creencias que rigen nuestras ideas y acciones) como combinación de músculos y grados de tensión para mantenernos de pie y hablar. Escuchar los matices requiere tiempo, paciencia, estar abierto al discurso completo del otro, es difícil en una época de fragmentos y discursos en 140, requiere visualizar tanto nuestra ubicación como el mapa completo, encontrar las relaciones entro lo local y lo global, (la unidad en la diversidad y la diversidad en la unidad).
Así como los niños van aprendiendo palabras sueltas y poco a poco articulan enunciados (en uno, dos o más idiomas a los que estén expuestos) así nosotros vamos diciendo ideas sueltas de tantas identidades nos configuran o rodean, pero entre más escuchemos y nos dejemos tocar por nuestras y otras identidades, iremos articulando un discurso más completo, con posibilidad de diálogos más profundos y bellos.
Acerquemos a nuestros hijos a la experiencia artística, que aprendan otros idiomas y discursos. Puedes empezar con que sepan su nombre y apellido, por ejemplo yo me llamo Bajío y mi apellido es México. ¿Cuántas historias, discursos de poetas, pintores, músicos, políticos, enonomistas y empresarios configuran el Bajío? ¿Qué es ese nombre frente a México o al mundo?
Desde septiembre y hasta el 3 de febrero en el Museo de Arte e Historia de Guanajuato hay un ejercicio artístico que rescata los "Rostros y tradiciones de México" del siglo XIX y principios del XX. Puedes observar como las miradas de Raúl Anguiano, Fernando Castro Pacheco, Emilio Baz y Viaud, Manuel Rodríguez Lozano, María Izquierdo y Chávez Morado deciden presentarse frente al mundo con los rostros de un México enrebozado, trabajador, moderno, orgulloso, moreno, religioso, con vida en el campo y en la ciudad, con mesas que invitan a comer, que dan la bienvenida a un diálogo extenso y frontal.
Si llevas a tus hijos pequeños pídeles que identifiquen los colores ya que es una muestra de pinturas muy colorida. También puedes hacerle preguntas como ¿Qué diferencia o semejanzas hay entre nuestra mesa del comedor y esta? ¿Cómo dibujarías hoy una alacena mexicana, sería igual la del norte, que la del bajío o del sur del país? ¿Por qué crees que no tienen zapatos estos personajes? ¿Te trenzarías el cabello así?
Poco antes de salir encontrarás un espacio lúdico con rompecabezas, memoramas y cuadros para identificar las diferencias. Tus hijos se divertirán (tú también, te lo aseguro) jugando con las obras que acaban de ver. Para continuar el conocimiento del Bajío puedes pasar a las salas permanentes de historia de la región.
Como mamá también hay un gran nombre por enunciar frente al mundo y sus diversas formas de ser madre, pero en este recorrido podrás ver que otras mamás antes que tú también usaron rebozo y llevaron a sus hijos a pasear.
Abajo a la izquierda. Vasija nueva. Raúl Anguiano. 1973
Derecha. Mujer con niño en brazos. Manuel Rodríguez Lozano. 1927
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