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No es casual que compartan iniciales J.B. James Bond apelaba a una generación que buscaba un caballero, un hombre galante, refinado, fuerte e inteligente a la vez. Siempre rodeado de mujeres bellas. Jason Bourne por su parte es fuerte, rudo, inteligente, protector, no es galante, ni un caballero. Tampoco está rodeado de bellezas femeninas, pero las mujeres no pueden negarse a ayudarlo. En ambos casos resuelven conspiraciones y salvan al mundo. Lo interesante de Bourne es que cambia el estereotipo del héroe, su premio ya no es una mujer hermosa sino conocer su origen, encontrarse a sí mismo. Su lealtad es hacia él mismo. Es capaz de admitir sus errores, pedir perdón y a la vez buscar venganza sin asesinar cuando el amor le es arrebatado. Un héroe que puede retirarse para tener un hogar y una relación estable. Es justo el hombre que a mi generación nos hicieron desear, fuerza y sensibilidad conviviendo en armonía. Es un héroe que tiene que aprender a vivir con la consecuencia de sus decisiones, pero que sigue eligiendo y se le da la posibilidad de redimirse con nuevas elecciones. Nada es para siempre. Podemos cambiar lo que somos modificando nuestras decisiones, parecen ser las máximas del argumento. Las tres películas son buenas si gustas de la acción americana, las historias de secretos gubernamentales y las excelentes secuencias de combate cuerpo a cuerpo. No hay hilos negros descubiertos, ni paradigmas rotos en la manera de hacer películas, pero es una buena opción para un domingo.