2 ene 2011

El adiós en el amor

Hay vidas que se tocan para siempre. ¿Almas gemelas? quizá. Abrí la caja de los recuerdos, una carta escrita hace seis años me estaba esperando. Ahí deposité mis deseos a futuro y era momento de verificar qué tanto había logrado. Casi todo sucedió, pero la melancolía de esa mujer que era yo hace cinco años me estremeció.

La carta no estaba dirigida a mí, sino a un gran amor. Era una despedida y enumeraba como promesa lo que yo debía lograr cinco años después de ese adiós. Al final sólo deseaba que nuestras vidas corrieran paralelas,como los rieles del ferrocarril que de tanto en tanto se tocan por un durmiente. Sino habríamos de estar juntos, al menos deseaba que de tanto en tanto nos encontráramos en una carta, una plática de terceros, una canción.

Hoy sé que cuando escribí esa carta no estaba lista para decir adiós. Nunca estamos listos, vivimos de la esperanza y depositamos en la muerte el gran momento del reencuentro. Decir adiós a quienes amamos es lo más difícil de vivir. Hay recuerdos que encadenan, que paralizan, que consumen, que nos congelan en el dolor. En momentos así, aceptar el adiós nos parece una negación del amor que estamos perdiendo. Preferimos lacerarnos con un ¿por qué a mí? ¿por qué ahora? como si esto ratificara el valor supremo de ese amor.

Ni ratifica, ni perdemos. La autoflagelación no hace que las personas regresen, ni detiene el tiempo segundos antes del adiós. Lo que hace es impedir que vivamos con los beneficios de ese gran amor. El amor verdadero te confronta, te hace reír y llorar, te ayuda a crecer, te da paz y es el arco que te impulsa al futuro. No existe el adiós en el amor. Esas separaciones de quienes se aman son laberintos de espejos que confunden, que asustan, la salida está ahí, hay que explorar para encontrarla. Pasa lo mismo con las personas, su esencia permanece, hay que movernos del dolor de la separación para descubrir que siempre nos acompañarán. Lo que somos, lo que soñamos, lo que planemos lleva su devoción, sus consejos, es la síntesis de los diálogos que nos construyeron a ambos.

Con el tiempo y otros amores, uno aprende que hay personas esenciales, que sin ellas no seríamos lo que somos. Cerré la caja de los recuerdos, esa carta melancólica debía seguir ahí, yo era otra, había cruzado el dolor y entendía que ese amor se manifestaba cada día porque era parte de mi ser.

La muerte tal vez es el reencuentro de los cuerpos, pero la vida es el durmiente que constantemente nos une con quien amamos.

6 comentarios:

Oscar Ovalle dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Oscar Ovalle dijo...

De lujo! en verdad lo disfrute. Me hiciste el día.

Unknown dijo...

Has expresado lo que yo en este momento estoy pasando. Aún me autoflagelo por el amor con quien pensé estaría toda la vida. A un año de su despedida, aún está metido el dolor y la desesperación.

JULIA CUELLAR dijo...

Muchas gracias Oscar. Sandra, ya pasará, ese dolor, se volverá un eterno agradecimiento por lo aprendido y el tiempo compartido. A los dos gracias por sus comentarios siempre es grato saber que no se está solo en el mundo.

Unknown dijo...

Siempre es un placer leerte, aunque no deje pots. No lo hago porque me intimidas con tus letras.

JULIA CUELLAR dijo...

Sandra, tu comenta todo lo que quieras, mis letras no son para intimidar sino para poner en común, quiero iniciar diálogos. Gracias por leerme.