15 mar 2013

Jugar cuando hay incertidumbre


“Jugar es la respuesta evolutiva a la incertidumbre” afirma Beau Lotto, neurocientífico. Debemos prepararnos para la incertidumbre. Aprender a tomar decisiones, reflexionar y responder ante situaciones cambiantes. Enseñar a dar respuestas pre-establecidas para entornos fijos es el peor tipo de condicionamiento y en este siglo no puede llamársele educación.

En México hay 15 millones de mexicanos analfabetas, alfabetizarlos es un reto para el sexenio según declara Chuayffet para notimex: “queremos volver a una educación básica integral, que forme a los niños por competencias, que no los haga enciclopedistas, sino que los convierta en ciudadanos que puedan optar en su vida con la capacidad de indagar, de buscar y decidir en entera libertad”
En el discurso se lee muy bien, pero cómo se logra que después de conocer y usar un código como es el alfabeto, se pase a reflexionar, criticar, resolver por uno mismo antes de actuar o de emitir un juicio. Cómo se educa en competencias cuando en ocasiones hay alumnos de pie o sentados en el piso; en otras no hay alumnos sino zombies mal alimentados o niños que abandonarán la escuela porque deben trabajar. Hay garantías y derechos que deben cubrirse previamente para que la educación sea un proceso placentero, de crecimiento y que verdaderamente represente movilidad social para quien así lo quiera.

En cualquier caso, una tarea fundamental para dejar de ser enciclopedistas es lograr que los aprendices encuentren relación entre los programas académicos y su realidad. Que la escuela deje de ser un lugar que prepare para ambientes fijos (exámenes) con respuestas pre-establecidas (lecciones aprendidas). Tendría que ser un lugar para experimentar, aprender entre pares y con tutores, un lugar donde se gesten proyectos y se pongan a prueba habilidades, conocimientos y formas de ser, con el fin de explotarlos y expandirlos. Trabajar por paradigmas que constantemente se reconstruyen, no por dogmas.

Sí suena utópico, pero hay un camino que empieza a marcarse, los ojos se fijan en Finlandia y en México nos preguntamos ¿cuál es el secreto? ¿se puede lograr eso aquí? Avanzamos un paso cuando dudamos y preguntamos. Nada nuevo se logra  si no se piensan soluciones distintas y esto se realiza a través de nuevas preguntas, de ser creativos en la solución, de jugar. Lo que nos gusta de jugar es que se comparte con otros, que aunque hay reglas, siempre es distinto.

Basten estos meses del 2013 para saber que la realidad está en constante cambio, hay normas, predicciones, quehaceres cotidianos pero cada día es distinto. Ante la incertidumbre una palabra es clave: confianza. ¿En quién y/o en qué vas a confiar para encontrar una respuesta a ese nuevo reto? Habría que generar confianza en nuestro sistema educativo, creer que los profesores son personas preparadas y realizadas personalmente con su trabajo y no como generalmente se cree que dan clases porque no tuvieron otra opción y esperan la próxima marcha para cobrar y no trabajar. Si alguno es así, por favor, no le llame maestro, no lo es.

Cuando los alumnos o aprendices participan en la planeación de sus materias, se incrementa la confianza porque se saben parte del proceso de enseñanza-aprendizaje, se pone en práctica el compartir entre distintas generaciones. El trabajar por proyectos genera la colaboración entre pares, el descubrir que el otro con su diferencias me completa, me ayuda a ver el mundo diferente.
México es el segundo país con más lenguas indígenas, esta riqueza debería usarse en las aulas. Las lenguas son lentes a través de los cuales podemos mirar distinto, permiten diversos enfoques y por ende ayudan a configurar un pensamiento diverso, incluyente, que busca distintas soluciones. Dar prioridad a las diversas lenguas (nacionales y extranjeras) es también preparar personas capaces de colaborar con otros. De esta forma se crece acostumbrado a manejar distintos códigos, a estar abiertos a las aportaciones de los demás. Se confía en el otro.

El aprendiz tendría que ser visto como un ser humano, capaz de encontrar sus propias preguntas e investigar sus respuestas con menor intervención del tutor o maestro conforme crece. Se le debería acompañar en lo académico, en lo psicológico, en lo deportivo, en lo social y la salud.
Aprender sólo es posible cuando la persona está en condiciones psicológicas, fisiológicas y afectivas favorables. Jugar es la respuesta evolutiva a la incertidumbre cuando el ambiente lo permite, cuando hay confianza, de otro modo, lo más seguro es desconfiar y para no errar responder lo que se espera de nosotros. Este resultado lo conocemos de sobra: estancamiento educativo, social, afectivo, personal. Se aprende a ser camaleón, no a innovar y repensar. Se pierden las ganas de jugar para encontrar nuevas preguntas y respuestas.

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