“Jugar es la respuesta evolutiva a la incertidumbre” afirma Beau
Lotto, neurocientífico. Debemos prepararnos para la incertidumbre. Aprender
a tomar decisiones, reflexionar y responder ante situaciones cambiantes.
Enseñar a dar respuestas pre-establecidas para entornos fijos es el peor tipo
de condicionamiento y en este siglo no puede llamársele educación.
En México hay 15 millones de
mexicanos analfabetas, alfabetizarlos es un reto para el sexenio según declara
Chuayffet para notimex:
“queremos volver a una educación básica integral, que forme a los niños por
competencias, que no los haga enciclopedistas, sino que los convierta en
ciudadanos que puedan optar en su vida con la capacidad de indagar, de buscar y
decidir en entera libertad”
En el discurso se lee muy bien, pero cómo se logra que
después de conocer y usar un código como es el alfabeto, se pase a reflexionar,
criticar, resolver por uno mismo antes de actuar o de emitir un juicio. Cómo se
educa en competencias cuando en ocasiones hay alumnos de pie o sentados en el
piso; en otras no hay alumnos sino zombies mal alimentados o niños que
abandonarán la escuela porque deben trabajar. Hay garantías y derechos que
deben cubrirse previamente para que la educación sea un proceso placentero, de
crecimiento y que verdaderamente represente movilidad social para quien así lo
quiera.
En cualquier caso, una tarea fundamental para dejar de ser
enciclopedistas es lograr que los aprendices encuentren relación entre los
programas académicos y su realidad. Que la escuela deje de ser un lugar que
prepare para ambientes fijos (exámenes) con respuestas pre-establecidas
(lecciones aprendidas). Tendría que ser un lugar para experimentar, aprender
entre pares y con tutores, un lugar donde se gesten proyectos y se pongan a
prueba habilidades, conocimientos y formas de ser, con el fin de explotarlos y
expandirlos. Trabajar por paradigmas que constantemente se reconstruyen, no por
dogmas.
Sí suena utópico, pero hay un camino que empieza a marcarse,
los ojos se fijan en Finlandia y en México nos preguntamos ¿cuál es el secreto?
¿se puede lograr eso aquí? Avanzamos un paso cuando dudamos y preguntamos. Nada
nuevo se logra si no se piensan soluciones distintas y esto se realiza a
través de nuevas preguntas, de ser creativos en la solución, de jugar. Lo que
nos gusta de jugar es que se comparte con otros, que aunque hay reglas, siempre
es distinto.
Basten estos meses del 2013 para saber que la realidad está
en constante cambio, hay normas, predicciones, quehaceres cotidianos pero cada
día es distinto. Ante la incertidumbre una palabra es clave: confianza. ¿En
quién y/o en qué vas a confiar para encontrar una respuesta a ese nuevo reto?
Habría que generar confianza en nuestro sistema educativo, creer que los
profesores son personas preparadas y realizadas personalmente con su trabajo y
no como generalmente se cree que dan clases porque no tuvieron otra opción y
esperan la próxima marcha para cobrar y no trabajar. Si alguno es así, por
favor, no le llame maestro, no lo es.
Cuando los alumnos o aprendices participan en la planeación
de sus materias, se incrementa la confianza porque se saben parte del proceso
de enseñanza-aprendizaje, se pone en práctica el compartir entre distintas
generaciones. El trabajar por proyectos genera la colaboración entre pares, el
descubrir que el otro con su diferencias me completa, me ayuda a ver el mundo
diferente.
México es el segundo país con más lenguas indígenas, esta
riqueza debería usarse en las aulas. Las lenguas son lentes a través de los
cuales podemos mirar distinto, permiten diversos enfoques y por ende ayudan a
configurar un pensamiento diverso, incluyente, que busca distintas soluciones.
Dar prioridad a las diversas lenguas (nacionales y extranjeras) es también
preparar personas capaces de colaborar con otros. De esta forma se crece
acostumbrado a manejar distintos códigos, a estar abiertos a las aportaciones
de los demás. Se confía en el otro.
El aprendiz tendría que ser visto como un ser humano, capaz
de encontrar sus propias preguntas e investigar sus respuestas con menor
intervención del tutor o maestro conforme crece. Se le debería acompañar en lo
académico, en lo psicológico, en lo deportivo, en lo social y la salud.
Aprender sólo es posible cuando la persona está en
condiciones psicológicas, fisiológicas y afectivas favorables. Jugar es la
respuesta evolutiva a la incertidumbre cuando el ambiente lo permite, cuando
hay confianza, de otro modo, lo más seguro es desconfiar y para no errar
responder lo que se espera de nosotros. Este resultado lo conocemos de sobra:
estancamiento educativo, social, afectivo, personal. Se aprende a ser camaleón,
no a innovar y repensar. Se pierden las ganas de jugar para encontrar nuevas
preguntas y respuestas.
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