“Enseñar no es transferir
conocimiento, sino crear las posibilidades para su propia producción o
construcción” afirma Paulo Freire,
teórico educativo de Brasil. Enseñar es abrir mundos, preguntas,
corazones, manos y dejar que se construyan respuestas individuales y
colectivas, pero que sean nuevas, vinculadas al contexto, la necesidad y que se
realicen desde individuos felices, comunidades en confianza.
Parece una utopía y me declaro
una ferviente contemplativa en la acción. Creo que los horizontes deben de
visualizarse y permanecer lejos, inalcanzables, para caminar hacia ellos
siempre y seguir avanzando, mejorando, creciendo; sin perder de vista la meta,
que es en un ideal, pero que nos motiva a trabajar día con día por aquello que
al contemplarlo nos parece perfecto.
El sistema educativo es un ideal, un
horizonte que ha modificado su definición a lo largo de los siglos simplemente
porque las necesidades del ser humano han cambiado. Tal vez el objetivo similar en todas las épocas es que el
individuo que pasa por un sistema educativo debe salir siendo otro. En
ocasiones el perfil del egresado es una lista de cotejo que verifica el trabajo
que hizo la institución. En otras simplemente se confía en que la persona haya
experimentado un cambio y construya un camino con las preguntas que se le
ayudaron a formular, con las técnicas que se le enseñaron y que comparta el
proceso socialmente.
Se espera que las nuevas
generaciones mejoren la sociedad, por algo se les ha dado todo lo que ya se
aprendió, les corresponde hacer algo nuevo. ¿Cómo dar soluciones novedosas
cuando lo que se enseña es prefabricado? Algunas teorías educativas parecen fórmulas
industriales: si hace esto tendrá alumnos naranjas; si combina eso saldrán
verdes; si además llena estos formularios saldrán rojos. ¿Es así? ¿Si queremos nuevas
respuestas, el camino es prefabricar mentes? ¿Y si dejamos que esas nuevas
generaciones indaguen, pregunten, construyan? Parece inconcebible, parece que
no tenemos tiempo que perder, parece que desperdiciaríamos todo lo que ha
avanzado la humanidad, sin embargo, en algunos aspectos estamos atorados. Lo
que ya aprendimos está ahí para estas nuevas generaciones, sólo no les digamos
para qué sirve o cómo usarlo, eso ya lo hicimos y los resultados son los mismos
a los anteriores, porque enseñamos respuestas no a preguntar.
Transferir conocimientos es igual
a dar manuales y si sucede algo inesperado entra en acción la parálisis, la
frustración, el enojo. Parece ilógico decir que hay que enseñar a improvisar,
pero así debería ser en un mundo cambiante. Ya lo dijo Molière “la improvisación es la piedra de toque
del ingenio”. Improvisar es aceptar el caos y resolver con lo que se tiene, se
necesita una mente ágil, capaz de interpretar variables y generar alternativas.
Querer aplicar reglas fijas a un sistema dinámico es absurdo, es como querer
hablar de hambre rodeado de hambrientos, se necesita acción, solución,
involucramiento, compasión, empatía.
Enseñar es dejarse tocar por el
otro y sus problemas, de ellos derivarán las preguntas que interesan, las
respuestas que darán placer porque solucionan, producen crecimiento, llevan a convivir y construir socialmente.
Enseñar así sucede constantemente, somos escuelas para quienes nos rodean y viceversa, mutuamente
aportamos visiones, preguntas y juntos podemos tejer respuestas. Comencemos
escuchando, intercambiando. No solo empieza a nombrarse a esta época como la
era de la conversación por las redes sociales virtuales sino porque
presencialmente también estamos entiendo que el diálogo construye, que en
comunidad aprendemos más.
Hace unos días en el grupo 60 minutos por México
se estableció que la consigna para el mes de abril será “60 minutos enseñando
algo a alguien” La idea es compartir con alguien un saber que te apasione. Creo que es un reto entendernos como
escuelas móviles, pero al hacerlo vamos asumiendo lo que ya decía Freire:
“Todos sabemos algo, todos ignoramos algo, por eso siempre aprendemos”
El mundo irá cambiando conforme
las personas nos transformemos, donar tiempo para la transformación de un país,
como lo propone @60MinXMex, es
darnos tiempo de ser, estar, hacer con otros una acción que nos produce placer
mientras resolvemos una necesidad. Sí, de nuevo el horizonte, lo contemplamos y
es perfecto, accionamos y vamos rumbo a él transformándonos en escuelas
ambulantes.
2 comentarios:
Julia.
¡Qué gusto haber encontrado tu blog a estas horas de la noche, y que gusto haber invertido mi tiempo en leer una o dos de tus escrituras!
No sé si será menester (para tí) escribir que estoy en acuerdo en un cien por ciento con lo que expresas tan claramente en este pequeño 'textilio'; pero si me parece necesario comentarte que me gusta mucho lo que has escrito (voy a seguir leyendo como podrás imaginar) y como considero de enorme valor para mí lo que un completo desconocido pueda decir de lo que hago, o hice, me siento honrado cada vez que veo la posibilidad de generar estas pequeñas-hermosas sorpresitas, que son (para mí al menos) estos comentarios.
No es mi intención aburrirte, ni mucho menos.
Un grato saludo desde el sur uruguayo
Franco.
QUERIDO EUGENIO: Muchas gracias por leer, pero sobre todo por comentar, compartir, por querer entablar un diálogo.
Qué bueno que estemos de acuerdo, seguramente coincidiremos en más puntos, a seguirnos leyendo y encontrando en la creación.
Saludos
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