Soy
hija del ’82, esa generación “Y” que regresó a vivir con los padres, que todo
les consulta y termina haciendo lo que se le da la gana. Soy la generación
bisagra entre lo análogo y lo digital. Crecí creyendo que el cielo era el
límite, había que soñar, que trabajar, que disfrutar el momento porque estábamos
en crisis y los bienes iban y venían, los amigos y la familia, sólo los
verdaderos en ambos casos, seguirían contigo a pesar del oscuro silencio.
Generación
desencantada, nos etiquetaban y a mí me salía salpullido, ¿desencantada? La de
mi padre que es baby boomer, se le cumplió el sueño americano (universidad,
casa, autos, hijos, esposa, trabajo) y zaz llegó el ’82, el ’94 y así años y
años de crisis. Soy esa generación de hijos que comían atún enlatado y gozaba
porque se sentía astronauta más que clase media en desgracia. Mis padres
supieron mantenerme feliz, en una burbuja quizá.
Soy
de esa generación en la que pocos estamos teniendo hijos y debemos responder
¿por qué quieres ser madre-padre en un México tan violento?¿Por que siendo tan
joven?
Hace
tres años soy madre, mi primogénito bicentenario. Sí, tal vez también
construimos burbujas para estos pequeños, replicamos el modelo de nuestros
padres. Algunos apostamos por el modelo de la crianza con apego, cuyo fin
último es una sociedad menos violenta, más comprensiva, humana, justa y feliz.
Algunos decidimos ser padres jóvenes (y eso es un rango ambiguo) para acompañar
por más tiempo y con mayor vigor a nuestros hijos en sus aprendizajes.
Soy
de esa generación de mamás que decidió serlo, que apoya las causas de permisos
de maternidad extendidos, de trabajos de medio tiempo o desde casa, de mamás
que saben que no por serlo dejaron de ser mujeres. No por estar acompañando de
cerca a su hijo en los primeros años, se quedarán sin proyectos para el resto
de su vida.
Esa
clase de mamá que aprovecha una columna para decirle a los hijos del
bicentenario: gracias por enseñarnos a ser felices en medio del caos, a ser
empáticos con el dolor de un país, a ser fuertes ante las adversidades, a
trabajar con base en la esperanza, a asumir la historia como fortaleza.
Sí,
soy hija del 82 y madre del 2010.