"We have been brainwashed" afirman en esta película y recuerdo que crecí con los X-files, así que de cierta forma creí esa verdad de la sociedad que lava cerebros para controlar a sus ciudadanos. Por supuesto reforcé esta creencia con Un mundo feliz de Aldous Huxley y años después con Fahrenheit 451 de Ray Bradbury y El hombre Unidimensional de Marcuse.
Hoy veo esta película The breakfast club de John Hughes y confirmo que hay una época en nuestras vidas donde los estereotipos y la figura que de nosotros mismos hacemos conforme a estas opciones, son más un prisión individual que colectiva, más azarosa que condicionada, más cíclica que extraordinaria.
Un día nos preguntamos ¿quién soy? y en realidad respondemos cómo queremos ser vistos, qué se espera de nosotros. Basta pasar nueve horas en detención, como sucede a estos personajes, para reconocer el porqué escogimos este u otro estereotipo: Porque era lo que querían mis papás, porque no tenía nada mejor qué hacer, porque no sé manejar el ser imperfecto.
La adolescencia es un período indeterminado en el tiempo antes de ser autónomo, y me atrevo a decir esto por el fenómeno social que vivimos de "eternos adolescentes". Pregunten a la generación X y Y, quienes temen tomar decisiones, pensar en el futuro porque han visto demasiadas crisis, cambios, el "nada es para siempre" lo llevan tatuado, así que mejor pretender que es el primero y el último día cotidianamente, vivir como si no existieran las consecuencias. Alargan la adolescencia porque da una falsa seguridad: alguien puede arreglarlo por ellos, mañana puede que ya no sea necesario tomar una decisión, porque la situación cambió y la prioridad es otra. En la adolescencia las preguntas que duelen, que se evade responder son: ¿quien soy frente a mí y los demás? ¿Quién soy ahora y quién quiero ser? ¿por qué? Mejor divertirme, provocar al otro, ser el nerd, la rara, la reina del baile y ver pasar las horas, parecen responder los protagonistas en los primeros minutos de la cinta, pero es inevitable el contacto, la complicidad, el dolor, la fuga y finalmente la transformación.
El estereotipo se rompe cuando nos miramos detenidamente y admitimos que nos hemos autolavado el cerebro, porque aunque parece ser una coraza para que los demás no nos lastimen mientras coexistimos, es en realidad una prisión que impide una convivencia auténtica, que va matando tu potencial, tus sueños.
Los protagonistas de esta película tendrán miedo de convertirse en sus papás (cómo todos lo hemos hechos, creo) y una de ellas afirmará: es inevitable. Se puede aplazar, pero justificar la adolescencia eterna para no ser como los padres destruye la posibilidad de ser el adulto que se decida ser, condiciona, aprisiona, es autoimponerse un estereotipo. El no ser como los padres se volvió una justificación más para no crecer, no madurar, no ser adulto, porque los adultos se aburren, se estresan, tienen control y se mueren. Se autolavaron el cerebro, ¿siendo tan retadores no podrían inventarse otra forma de ser adulto? sus padres lo hicieron, ¡ah, sí! no quieren ser como ellos, es inevitable. Los adultos mueren y los adolescentes viejos son como los niños de una banda de música perdidos en una isla, sólo que no tendrán el tiempo a su favor y cada error será más costoso y ningún adulto vendrá a rescatarlos.
En The Breakfast club, los protagonistas optan por la fórmula de: lo que importa es la actitud con la que enfrentes la vida (y algunos nacidos entre 1980 y 1991 también). Una vez aceptado quién se es y por qué se quiso ser visto de esa forma, se puede ser alrededor de otros sin miedo a ser lastimado, se es feliz y se experimentan o buscan otros yo, porque ¿quién dijo que una persona tiene una sola dimensión y si se es múltiple, una mezcla de nerd, con atlético, con reina del baile, raro y rebelde?
Los estereotipos funcionan, son como un primer cascarón, hay que romperlo para indagar en el mundo la relación con otros, no sólo la familia, para responder quiénes somos y quiénes queremos ser. Los estereotipos se construyen socialmente, pero inician cuando se decide asumir uno cotidianamente para no ser visto, eso incluye también a los exhibicionistas que se esconden a plena vista. No hay una conspiración de control, quién la necesita cuando la autocensura, la auto imposición de un estereotipo empieza en cada persona. La transformación es una decisión, es inevitable, entre menos años lleves a cuestas menores heridas autoinfligidas, mayores oportunidades de ser libre. Nos han lavado el cerebro, nuestros propios miedos.