La vida no se contruye día a día, sino con las decisiones que tomamos en segundos, un sí, un no, un segundo de retraso o un silencio la cambian para siempre. El resto es rutina derivada de esos segundos en que decidimos. Pocas veces somos conscientes de las emociones y razonamientos que nos llevan a decidir, mucho de lo que hemos decidido con las entrañas es lo verdaderamente fundacional de la vida. El mayor defecto de la juventud es no tener perspectiva. Conforme creces y eres consciente del tiempo, del poder de las decisiones, de las infinitas variables de una decisión es cuando solemos preguntas que hubiera pasado sí...En juegos imaginarios vemos nuestras otras vidas posibles y cuestionamos las decisiones que en su momento nos parecían incuestionables. Entonces es cuando decimos,de haber sabido. Culpamos a la falta de perspectiva y de visualización de la información completa el que hayamos decido algo en lugar de aquello que en el imaginario parece ahora la opción perfecta.
Este juego imaginario es inacabable. En esa opción perfecta hay nuevas decisiones y seguro alguna sería causante del término de la perfección, entonces pensamos que lo decidido desde el principio no estuvo tan mal, de haber llegado a esa otra disyuntiva nos hubiéramos quedado sin lo primero y sin lo perfecto y entonces sí qué error tan abrumador.
La incertidumbre es la base de la vida. No importa si hacemos estos juegos mentanles en fracciones de segundos previos a nuestras decisiones, siempre podremos imaginar otra vida posible a futuro cambiando la decisión de ese momento. Nunca podremos proyectar la mejor decisión simplemente porque la vida no es un juego de estrategia sino de azar y si Dios no juega a los dados, nosotros tenemos que hacerlo porque a diferencia de él no tenemos la historia completa, ni conocemos las piezas del juego. En esos segundos de decisión, más que información hay que tener la capacidad de imaginar con los elementos presentes y creer que estamos optando por la mejor vida posible.
Nadie quiere cargar con el que hubiera pasado y el haber sabido, pero es un juego mental que nos confronta y evita que perdamos la meta. Si lo estamos pensando es porque hay algo que imaginamos en nuestra decisión que no se ha cumplido, hay un pendiente. Intentamos con estos juegos ubicar el tiempo-espacio donde estuvo el error, el desvío, la mala decisión, lo hacemos pensando que cambiando esa parte ese pendiente no existiría. Ubicamos el tiempo-espacio y con gran ilusión imaginamos esa otra vida posible, pero entonces encontramos pendientes que ya están resueltos en la vida que estamos poniendo en duda. Justo ahí es cuando focalizamos el pendiente, lo nombramos y nos preguntamos cómo lo resolvemos. Es momento de volver a decidir, de usar la información, de imaginar, de en segundos tomar una nueva dirección y cambiar nuestra vida.
De nuevo el principio y una ruleta de vidas posibles, la duda, el insaciable deseo de algo más. Tal vez la perfección sólo llega con la muerte, no hay más vidas posibles, fue, se eligió y se vivió. La meta era ilusoria, lo único cierto en todas las vidas posibles era la muerte. Esa pieza la conocemos, desconocemos su aparición pero cuando nos toca cerca, ejercitamos la imaginación y nombramos pendientes, no vaya a ser que el fin nos encuentre insatisfechos.
La vida nueva también nos confronta, quién fuera él o ella para volver a empezar, pensamos, pero de ser así estaríamos otra vez sin perspectiva, sin experiencia, sin imaginación. La imaginación no es otra cosa que mucha información disponible para usar libremente y voluntad para ordenarla.
Decidir es vivir, pocos segundos y la vida es una, el resto es rutina derivada que impide que la muerte nos paralice y nos encuentre llorando insatisfechos porque teníamos miedo a equivocarnos.