JULIA CUÉLLAR
LETRAS DESDE LO COTIDIANO
19 jul 2020
15 sept 2016
Estudio En Escarlata
Escuchen el programa por radiolux.org el 22 de septiembre a las 10:30 am.
¿Qué conocen de Sherlock?
¿Qué tanto se parece Estudio en escarlata a Estudio en rosa, la versión del caso y del Sherlock de la BBC?
¿Qué otros detectives de novela conoces?
¿Qué conocen de Sherlock?
¿Qué tanto se parece Estudio en escarlata a Estudio en rosa, la versión del caso y del Sherlock de la BBC?
¿Qué otros detectives de novela conoces?
29 feb 2016
A break for love
Crecer, estudiar, viajar,
actualizar el Facebook, instagram, snapchat, iniciar una empresa, cuidar a la
mascota, escribir un libro, plantar un árbol y ¿el amor? Otras generaciones
solían decir “Love is in
the air, everywhere I look around” (El amor está en el aire, a todos lados
donde miro) pero si estás entre los 33 a 50 estoy segura que por más que buscas
no lo encuentras. Cada que ves a la pareja de tu generación que se casó en sus
veintes y siguen juntos tarareas: “I’ll never fall in love
again… until tomorrow” (Nunca me enamoraré otra vez…hasta mañana). El amor,
esa maldita zanahoria que perseguimos como los caballos de las caricaturas,
siempre un paso delante de nosotros y sin dejarse atrapar. Seguro ya probaste
Tinder, POF, las citas a ciegas a las que te forzaron las tías, las amigas,
volteaste a San Antonio y sigues suspirando en las comedias románticas: cuándo
me tocará a mí. Pues en 8 minutos
tu suerte podría cambiar, sin salir de León, sin irte decepcionada o
decepcionado, porque si no encuentras el amor, seguro sí muchos amigos.
23 ene 2015
Ser madre en 2015
Si estas pensando ser madre en
2015, no te escapas de mi recomendación: “Reflexiones de una madre que levanta
pelotas en cuclillas, boca abajo y boca arriba, sólo para meterlas en una tina
y volverlas a tirar”.
Ser madre es vivir con el
cansancio de tu peor noche de farra y andar por la vida como ese lunes en que
fuiste un zombie de oficina. Seguro hay mucho de tu peor noche de farra que no
recuerdas y ni quieres, y de lo que recuerdas, algo habrá que desearías fueran
chismes o alucinaciones. Ser madre es querer recordarlo todo, aunque
algunas veces dirás: es lo mejor que me ha pasado y otras, qué estaba pensando.
También olvidas y por eso tomas fotos y video de cada segundo. Los ojos
externos dicen: la vida de ese bebé no es tan interesante, es igual a todos.
Sobra decir que para ti es especial. Serás un zombie con la peor resaca y la
respuesta a ¿qué hice? la verás en muchos, muchos años o nunca. Es difícil
medir qué tanto influimos en nuestros hijos y cuánto ellos en nosotros. Serás
madre y en algún momento recoger pelotas con tus hijos será lo que más
felicidad te dará aunque estés exhausta.
Si comiendo uvas bajo las doce
campanadas decidiste ser madre este año, felicidades, no hay edad ni época
perfecta para serlo, sólo lo decides y te empeñas en hacer que funcione. Si
después de la euforia que produce escuchar el latido de su corazón y verlo como
un frijolito dentro de ti, te sacude el pánico, tranquila, muchas otros han
sido madres y padres, y mueren por pasar su sabiduría a los nuevos (aquí estoy
escribiendo esto).
Así como el budismo enseña que si
encuentras a Buda en tu camino, te alejes porque cada quien debe encontrar su
senda, así es el ser mamá, escucharás tantas recomendaciones, consejos, leerás
y leerás, verás videos, películas y de cualquier forma en algún punto dirás: no
estaba preparada para esto, cada hijo es único y requiere una madre distinta.
Encontrarás tu senda con cada hijo. A veces, sirve escuchar a otros, más para
liberarnos de frustraciones, angustia o tensión, que para seguir sus instrucciones,
porque créeme vas a disentir seguido.
Para la espera del bebé o para la
construcción de tu senda, te dejo algunas recomendaciones de libros y sitios
web que ayudan a crear comunidad con otros padres y madres.
1.- LA FAMILIA NACE CON EL PRIMER
HIJO. Laura Gutman. Es un libro que te plantea la pregunta ¿quién soy yo frente
a este bebé? ¿quién soy yo como mamá, como mujer, como profesionista, como
esposa? Te pondrá en contacto con historias y soluciones sobre esta nueva etapa
que al inicio (postparto) es muy difícil, sobretodo porque te obliga a
replantearte las prioridades y los roles de las personas a quienes amas y con
quienes convives. Lo importante de este libro es la reflexión sobre el cambio
de mujer a mujer-madre.
2.- EMBARAZO PARA DUMMIES. Joanne
Stone, Keith Eddleman, Mary Duenwald. Es mi favorito. Es una guía práctica para
quien la última vez que se actualizó sobre lo que sucede en el embarazo, fue en
sus cursos de psicología y biología en la preparatoria. Esas preguntas que
consideras estúpidas y por eso no se las haces al ginecólogo (aunque deberías),
pero sí se las haces a Google, obteniendo por respuesta más dudas, quedarán
resueltas satisfactoriamente después de esta lectura. Leerás sobre avances
médicos en el diagnóstico de la salud del bebé; el cuidado para mamá y bebé
antes, durante y después del parto; y las opciones de parto con sus pros y
contras. Este libro te guiará sobre lo que debes saber, preguntar y hacer cada
mes del embarazo, desde el día de la gestación hasta que el bebé está en tus
brazos.
3.- QUE SE PUEDE ESPERAR CUANDO
SE ESTÁ ESPERANDO. Heidi Murkoff. Es también un manual sobre los cambios
corporales y anímicos que sucederán en el parto. Te ayuda a crear un plan de
concepción y trata temas como el embarazo de gemelos, el segundo embarazo,
métodos alternativos para partos, las relaciones sexuales durante la gestación.
En la última edición trae un capítulo sobre alimentación durante el embarazo y
algunos consejos para las madres que trabajan.
4.- NUEVOSPAPAS.COM Este
sitio te presenta una guía gráfica y con breve explicación de lo que va
sucediendo contigo y con el bebé semana a semana durante el embarazo. Presenta
artículos sobre concepción y fertilidad, embarazo, parto, lactancia y
crecimiento. Además tiene foros donde puedes participar dando tu opinión,
exponiendo tus dudas o leyendo lo que otros padres han comentado, puedes darte
cuenta de que no estás sola, muchos otros papás buscan lugares para compartir
el proceso de ser padres.
5.-BABYCENTER. En
este sitio encontrarás información desde la gestación hasta los 5 años de tu
hijo. Hay videos sobre lo que sucede semana a semana durante el embarazo,
excelente calidad en la imagen y en el contenido. Los artículos que encuentres
van desde los imprevistos en el embarazo (sangrado, mareos, contracciones antes
de tiempo) pasando por alimentación para mamá y bebé, antes, durante y después
del parto, actividades, juegos, la hora del baño, de dormir, la higiene dental,
los primeros pasos, la autoestima en tu hijo, los berrinches en público y qué
hacer. Es un gran sitio para aprender a ser mamá, porque no hay manual
perfecto, cada mamá tiene que irlo construyendo con su hijo único e
irrepetible, así también debe ser la mamá, única e irrepetible para cada hijo.
6.- BAZARFULAR. Comunidad de
padres (mamás y papás) que buscan facilitar el acceso a experiencias,
servicios, contenidos y productos que ayuden a la maternidad comprometida, la
crianza con apego, el porteo. Buscan que los papás pasen sus experiencias a los
que se van estrenando como papás y que la maternidad, paternidad se viva con
gozo, con amor, como un proceso saludable y de crecimiento para toda la
familia. Tienen twitter @bazarfular
7.- MAMÁS DE TIEMPO
COMPLETO. Es una asociación civil que busca apoyar a las mamás que
deciden ser mamás de tiempo completo y seguir desarrollándose profesionalmente
al mismo tiempo. Como ellas lo dicen, empleos de medio tiempo para mamás de
tiempo completo. (Dirigido a mamás con educación media, media superior)
8.- PEQUEÑO GRAN HUMANO proyecto
educativo que difunde contenidos que promueven la crianza respetuosa por medio
de talleres, conferencias, artículos, grupo en Facebook o consejo por twitter.
Aquí podrás encontrar a otros papás dispuestos a educar y aprender con sus
hijos sin importar la nueva tendencia de crianza desde el statu quo, sino la
que es más conveniente y sana para tu familia.
9.- COMMANDODAD El sitio web perfecto para
los padres. Un soldado británico asegura que ser padre ha sido su tarea más
difícil y más gratificante. Siendo ingeniero y militar, acostumbrado a los
manuales, descubrió que no había una guía básica para ser padre. Pensó que la
vida podría ser más sencilla si existiera un manual de entrenamiento básico
para ser padre, que enseñara a los papás las habilidades prácticas necesarias
desde el día 1. Lleva escrito cuatro libros y puedes seguirlo en twitter:
@commandodad
10.- SEAHORSE-BABY Quieres saberlo todo sobre
el porteo, los fulares, rebozos y la crianza con apego, este es el lugar para
ti. Una madre bióloga te compartirá sus aprendizajes y te acompañará en los
tuyos. Podrás platicar con otras mamás y tus bebés o niños encontrarán amigos
para toda la vida. Por medio de consejos, artículos, recetas, talleres y grupos
de apoyo irás volviéndote maestra en el arte de portear. Tienen página en Facebook
y cuenta de twitter.
Espero te sirvan estas
recomendaciones, aunque seas súper mamá es necesario compartir y saber que hay
otros recogiendo y tirando pelotas al infinito y eso las hace tan felices como
a ti y sí también hay momentos de frustración, pero todo es parte del gran
proyecto de ser madre.
18 jun 2014
La matriarca
Ya que andas por ahí… tráete el
pan, la bolsa, abre la puerta, revisa los pájaros (aunque fueras en la
dirección contraria de cualquiera de las actividades que necesitaban realizarse
porque mi abuela lo pedía) Ya que andas por ahí, fue una de las frases que más
pronunció mi abuela, lo otro que más veces dijo en su vida fue Bano, como
llamaba a mi abuelo Urbano.
Nacieron con días de diferencia,
Bano nació el 4 de agosto de 1927, Jesucita, como él le decía, el 16 de agosto.
Mi abuela me contó que a los 20 años ella pasaba por el taller donde trabajaba
Bano y cada que lo hacía, él le chiflaba. Ella le decía a sus primas: no hagan
caso, es el grosero de Bano. Cuando giraban alrededor del quiosco en sentido
contrario hombres y mujeres y Bano le regalaba gardenias, ella se sentía
aviadora, como decía su tía, pero a él le decía: Bano sangrón. Mi abuelo
insistía con más gardenias, nieves a escondidas, chiflidos y saludos cada que
la veía pasar. -Hay que casarse con quien te ama- me decía mi abuela.
Oí su plática de cómo se enamoró de mi abuelo varias de veces
y cada vez cuando llegaba a la parte de las vueltas en el jardín y las
gardenias sus ojos brillaban, su sonrisa era la de una adolescente enamorada.
Cada vez que la observé narrarme su historia, pensé: así quiero sentirme algún
día, así quiero contarle a mis nietos mi historia de amor.
El 21 de mayo de 1952 se casaron,
el 8 de abril de 1953 nació su primogénito Alberto, mi padre. En 1982 nazco y
mi abuela es feliz porque después de 9 hombres por fin tiene una niña a quien
peinar de trenzas y mandarle hacer vestidos. Las trenzas siempre fueron mi
pleito con ella, yo quería andar con el cabello suelto y ella peinarme con
limón y aquanet. A pesar de eso amaba pasar las vacaciones o fines de semana en
su casa. Cada habitación era un viaje a un mundo imaginario. Cuando no estaba
inventando historias y actuándolas alrededor de toda la casa, estaba agarrada
de la falda de mi abuela, me sentía segura, mi mente podía crear otra historia,
alejarse del mundo material.
Con mi abuela había que levantarse
temprano, tomar el diablito con canastilla metálica que servía para transportar
el mandado e ir al carro verde con Don Rito por la carne. Entre muchas señoras
peleándose por el mejor trozo, mi abuela espetaba al dueño: Don Rito, deme… y
Don Rito obedecía, sí mi abuela era mandoncita o como a mí me gusta decirle,
una matriarca. Caminábamos entre el mercado buscando verduras y flores, al
final me llevaba a la dulcería
donde en cucuruchos de papel me entregaban chocolates con mini esferas
de dulces colores y corazones azucarados en colores verde, rosa y azul pastel.
Caminábamos a casa, mi abuela llegaba a cocinar y yo corría al taller de mi
abuelo. -El taller no es lugar para las mujeres-gritaba desde la cocina.
Después de comer se lavaban los platos y en eso sí ayudaba, a qué infante no le
gusta mojarse y hacer burbujas de jabón. Algunas tardes después de rezar en el
oratorio de San Felipe Neri, Jesucita me llevaba a Woolworth a comer una copa
de helado de fresa con galletas de chocolate y me dejaba escoger un juguete.
Otras tardes ponía un mantel floreado sobre la mesa redonda del comedor, sacaba
un plato hondo de plástico color morado lleno de monedas redondas, octagonales,
pesadas y ya sin valor comercial, salvo por el metal de que estaban hechas.
Colocaba dos juegos de baraja española y esperábamos a sus amigas para la
jugada. Jamás olvidaré el olor a metal, el sonido pru pru de las barajas
cayendo una sobre otra y luego siendo arqueadas antes de repartirlas. Las risas
y las anécdotas de quienes jugaban. Mi abuela y mi tía Eva reían mucho. Mi tía
Eva siempre traía labial rojo y una pestañas largas y negras. Mi abuela sólo se
pintaba los labios de rosa y las uñas de rosa pálido o color melón. Decía que
las mujeres debíamos ser discretas, arregladas pero discretas.
A la mesa redonda de mi abuela
llegaban infinidad de tíos, tías, primos, más grande comprendí que era porque
mi abuela quería a sus amigos, a sus vecinos, a quienes rentaban un cuarto
contiguo al taller y se veían apretados de dinero para pagar, a los amigos de
mis tíos que se quedaron ahí porque estaban estudiando, a todos como familia. –
Ponle más agua a los frijoles y vamos a cortar el pan- decía mi abuela y todos
cabían en su mesa redonda. Alguna vez me tocó presenciar la discusión entre sus
hijos ingenieros y ella de si en una mesa redonda cabían más comensales que si
en una rectangular. Ante las razones matemáticas y físicas mi abuela término la
discusión con: pues en una mesa redonda nos vemos mejor y podemos platicar
todos, ya vieron.
Poner el nacimiento era una tarea
de días, era crear una ciudad entera y no importaba si los estilos y tamaños de
las casas, pastores, animales y demás eran distintos, todos debían estar
incluidos en la representación, incluidos los niños Dios que se colocaban en
navidad, había uno que era más grande que el pesebre, la Virgen y José juntos y
otro diminuto que cabía sobre el dedo gordo. A mi abuela lo que le gustaba de
la navidad era tener a la familia reunida y que sus nietos rompieran las
esferas y se rieran, porque a propósito colocaba las esferas lo más abajo del
árbol. Por supuesto las nueras decían no y mi abuela: Déjalo está chiquito, al
rato limpiamos.
Jesucita es una revolucionaria
para mí, crió a 7 varones que hoy entran perfecto en lo que llaman la nueva
paternidad. Hombres que no temen cargar a sus hijos, cambiarles pañales, jugar
con ellos (incluso lo hacen con los nietos, los he visto), prepararles alimento
(mi padre nos hacía el lunch que nos querían comprar en la escuela, mi hermano vio
la oportunidad del negocio y argumentó que cada vez tenía más hambre), lavar,
planchar (lo hacen mejor que en la tintorerías), barrer, trapear (la casa queda
más limpia que un quirófano). Hombres que se asumen como cabeza de familia y
protegen, guían. Sí tienen sus obsesiones pero nadie es perfecto y hasta hoy
ninguno matrimonio se ha separado. Algo han de ver mis tías en ellos que
aguantan o negocian. Hombres así no se logran por azar, algo aprendieron de mis
abuelos, algo tuvo que ver que mi abuela fuera una matriarca, una mujer que
estaba al pendiente de las necesidades de cada uno: come más, come menos, no te
duermas, descansa, estudia, enséñale. El por favor era implícito, ella
ordenada, el gracias si lo manifestaba.
-Abuela voy a viajar a Cuba con
mis amigas-
-Muy bien, ten un dinerito, te
divierte y te cuidas muchachita-
-Abuela, no tengo mesa, me prestas
por una semana esa-
- Sí, llévatela (Ya pasaron 468
semanas)
- Ay hija, a ver si llego a verte
en tu boda
- Abuela, antes te traigo nietos
que un marido.
- Bueno, si eso te hace feliz.
- Abuela me
acuerdo mucho del patio rojo y la mesa blanca de metal en tu casa del centro,
de tus plantas y que leías selecciones- Le digo mientras le sostengo la mano en
el hospital, no puedo detener las lágrimas, mi abuela siempre ha sido una mujer
fuerte y me duele verla dependiente, ya ni ganas tiene de decir ya que andas
por ahí, ahora que todos preguntamos qué se te ofrece, ella no pide, ella no
manda.
- Yo me
acuerdo que dijiste, abuela quiero esta mesa, te dije cuando me muera y
contestaste: ¿Cuándo te mueres? – Mi abuela sonríe- eras muy pequeña y siempre
estabas cogida de mi falda.
- Me acuerdo
abuela, me acuerdo.
- Tu abuela
y tu mamá me enseñaron muchas cosas, tu mamá me encargó a tu papá y a ustedes
cuando ya estaba muy malita; ahora yo te encargo a tu papá y a mis muchachitos,
mis nietos.
- Abue, vas
a estar bien, tienes que ver a mis hijos en la universidad- mi abuela se ríe,
caen lágrimas discretamente por su mejilla.
Años atrás, mi abuela recibió la
primera operación a corazón abierto en Léon, desde entonces estuvo preocupada
por los años que le quedaban y lo que alcanzaría a ver, -el doctor dijo que
máximo 15 años- decía. El doctor que la operó murió antes que ella y su corazón
alcanzó a celebrar sus bodas de oro, el nacimiento de cuatro nietas más y tres
bisnietos. Lo que ya no pudo soportar fue separarse de su Bano, su corazón del
alma sólo resistió un mes y 12 días sin él.
-Extraño mucho a tu abuelo, hoy
hubiéramos cumplido 62 años de casados, no quiero estar sin él- me dijo.
Mi abuela ya no despertó, se fue
entre sueños. El 11 de junio recibí la noticia, no podía creerlo, justo el día
anterior había estado con ella y me mandó a comprar un cuarto de bistec porque
tenía antojo de un caldo con mucho jugo de carne. Mi abuela ordenando, debía
estar mejor, la dejé comiendo mango porque era su fruta favorita y ese día
resplandecían en el puesto al lado de la carnicería. Mi abuela comió mientras
le platicaba de sus bisnietos y sus travesuras semanales.
- Ay Hija, qué enfermedad tan rara
tengo, toda desguanzada, ni mi alivio ni me muero. Pero ya le dije a Julia
Velázquez Albarrán, mamá llévame, qué es esto. A ella le gustaba decir su
nombre completo.
- No sabía que era Albarrán.
-Traéme a mis muchachitos, los
quiero ver, los quiero mucho y a ti también-
-Yo te quiero mucho abuela, te
amo. Venimos el fin de semana, pero ahorita ya me voy porque tengo que ir por
tus muchachitos a la escuela.
-Ve con Dios-
La dejé comiendo su mango y
mirando su jardín desde el reposet. Jesucita se fue con su Bano porque el
corazón de una matriarca sólo es tan fuerte como el brazo del hombre que la
acompaña, la deja hacer y deshacer porque están juntos, porque la ama.
Una vecina cuenta que días antes
soñó que mi abuelo llegaba en un vochito y le decía: buenas noches comadrita,
ya vine por Jesucita, muchas gracias por cuidármela.
Enterramos a mi abuela, sus
bisnietos fueron y Santiago arrojó una rosa blanca sobre el féretro que
descendía. –Mamá no llores, mi bisa murió, pero ya vive en tu corazón-.
Extraño su falda, esa que me
permitía saber que el mundo tenía orden, que podía imaginar historias, a ella
también le gustaba escribir, cuentan que ganó el concurso de Carta a mi hijo,
con una que le escribió a mi papá. Jesucita gustaba de contar historias de
vida, fulanita, hija de, nieta de, prima de. Mantenía las relaciones familiares
como si de tablas de multiplicar se tratara, no sé cómo podía recordar
relacionas tan complejas, medios hermanos, primeras y segundas nupcias,
parientes, amigos. Incluso me preguntaba por mis amigos: y Gaby dónde anda, y
Cristy y Polo, tu amiga del nombre raro, ¿Elo, verdad? Beto C. ¿ya se casó?
Saliendo del panteón recibí el
mensaje que el ISBN de mi libro “Amor en presente” había llegado, estaría a la
venta en una horas. Lloré una vez más, porque no podía contarle que las
horas que pasé agarrada de su falda creando historias estaban dando frutos. Amar
en presente es como amó mi abuela, a cada uno nos quiso como éramos, aceptó
cada una de nuestras etapas con brazos abiertos y hubo momentos de mayor o
menor cercanía pero eso es amar en presente, estar, compartir, celebrar el
momento y vivir cada uno como el último y el primero. Así se amaban mis
abuelos, a sus 85 años Bano todavía le llevaba gardenias a su Jesucita. Eran el
vivo ejemplo de su canción: “Cómo han pasado los años, las vueltas que dio la vida, nuestro amor siguió creciendo, y con él, nos fue envolviendo, habrán pasado los años, pero el tiempo no ha podido, hacer que pase lo nuestro.”
Mi matriarca, mi Úrsula Iguarán y
mi Melquiades, ya están juntos y allá él tiene su taller donde repara motores y
ella dice: Ya que andas por ahí. Son mi historia de amor favorita, a seguir
narrando ya que ando por aquí.
5 may 2014
Plantas Zombies
“La mirada que se detiene sobre un único rasgo de la invasión bárbara se aproxima peligrosamente a la pura y simple estupidez” afirma Baricco en su libro Los bárbaros, ensayo sobre la mutación. En ese texto llama bárbaros a la generación que los adultos no podemos comprender y solemos ponerles etiquetas como: no se esfuerzan, no les importa nada, no tienen profundidad, no saben estudiar, todo lo quieren encontrar en Google. Esa generación que está entre nosotros y que no vino a luchar “para controlar los puntos estratégicos del mapa […] sino que están cambiando el mapa” (Baricco 2008) Nos parecen zombies y nosotros para ellos seguramente somos plantas intentando sobrevivir en un ambiente sin agua ni sol. ¿Por qué una planta querría que un zombie, un ser adaptado al nueve ambiente, viviera como ella cuando ya no hay recursos para ese tipo de vida? Por nostalgia o seguramente porque le es incomprensible el nuevo escenario donde se desplazan quienes no tienes raíces, sino pies y aunque parezca que avanzan despacio y mirando quién sabe qué, ellos se mueven, hacen surfing, dice Baricco.
Las plantas vivimos otra lógica, más cercana al refrán “quien nace para maceta no sale del corredor”. Soy una planta, soy madre de hijos zombies, de bárbaros. Mi reto es el de cualquier otra madre, educarlos. Siendo una planta que se cuestiona y que desde su corredor se sorprende de lo que cuentan los miles de pájaros azules que hacen tuit, tuit, me es difícil responder: ¿Estoy capacitada para prepararlos para el mundo que les tocará de adolescentes, de adultos? ¿Qué código con la capacidad de autogestión debo inocularles en su cerebro? ¿Qué significa su “mamá, a mí me hacen feliz las computadoras y los celulares” “Mamá no te vi porque no te encontré en el baile, pero pásame el video”? ¿Qué referentes construyen cuando aprenden a cantar en inglés, mandarín y español en you tube mientras yo leo las notas que Walter Benjamin hizo sobre Mickey Mouse en 1931? Efectivamente tratar de focalizar sólo un rasgo de los bárbaros es una tarea de plantas que no entienden porque las aves u otros vectores de polinización deben llevar su polen a otro lugar para continuar la vida.
Los bárbaros están haciendo lo que cada generación ha hecho, sobrevivir. Baricco plantea muchas hipótesis del porqué el sentido de la vida para ellos está en el movimiento, la superficie, la desacralización, la rapidez, el conectar para vivir experiencias, no para analizarlas tan profundamente que la vida no alcance para nada más. Vistos así, los zombies, los bárbaros, son otra posibilidad de ser humano, de organizarnos socialmente, de cuestionarnos y crear. Una a la que muchas plantas morirán gritando “Están perdidos, en mis tiempos era mejor” Ni para qué contestarles: dos guerras mundiales, el holocausto, dos bombas atómicas, pederastia en la Iglesia, corrupción, guerras civiles, la supremacía del poderoso (en nuestro país del más gandalla-gandaya). Como relata Baricco, quizá por eso los bárbaros decidieron cambiar el mapa, si la historia y el respeto a la profundidad de los valores sagrados (libertad, igualdad, fraternidad) aniquilan, hieren, discriminan, mejor ser efímero, encontrar el sentido en lo concreto, en lo que voy conectando mientras me muevo por la superficie, en lo que voy necesitando para resolver el presente en una lógica horizontal y no de una “verdad absoluta que termina siendo fatalmente parcial (Baricco 2008)”.
Vivir intensamente, sí vivir con la intensidad de la Novena de Beethoven, quien según Baricco es el compositor que supo crear tanto para la generación de plantas que moría, como para los zombies-bárbaros que nacían en su época. Estamos en una transición similar, dos generaciones que necesitan puentes para hacer más ligero el tránsito de plantas a zombies. ¿Quiénes son nuestros Beethoven? ¿Qué es nuestra Novena? Me gusta creer que como madre, tengo la obligación (aquí se revela mi lógica de planta: el deber ser) de construir, comprender, narrar estos puentes.
Como madre, sólo deseo que mis hijos sigan viviendo y eso es lo que cada generación va haciendo de una u otra forma. En cierta forma, ser madre es en ocasiones ser zombie, más allá de la lectura literal de nuestro aspecto por no dormir. Pero ser madre te lleva a resolver problemas buscando y conectando información en el menor tiempo posible, si se trata de tu hijo, todo es vida o muerte y por supuesto no vas a profundizar si meterle el dedo por la garganta es la mejor forma de sacarle el bocado atorado, reaccionas, la vida impera. En otras tantas situaciones, ser madre es mirar como nunca habías mirado, tú hijo te lo pide; es saber que cada minuto es irrepetible; que por amor vas a jugar videojuegos (cuando en mi juventud escribí sobre cómo destruían la imaginación) y descubrirás que simplemente estabas traduciendo con el diccionario incorrecto.
No tenemos que gozar y darle like a lo nuevo sólo porque es nuevo, como imperativo categórico, pero hay que darle oportunidad a la sorpresa. Como madres, vamos y venimos entre el surfing, la reflexión y la culpa, si eres de las que después de salvarle la vida al chamaco empiezas con “nada hubiera pasado si hubiera triturado más la papilla…” y una lista de hubieras hasta la causa primera. El hecho es que tu hijo está vivo y pregunta: “Mamá ¿por qué brillan las estrellas?” Si Google nos ayuda a responderle al reunir cuanta respuesta ha inventado la humanidad y subido a la red, por supuesto, qué más da. Seamos puentes entre las plantas y los zombies-bárbaros, seamos Beethoven y compongamos la Novena. Esa es mi tarea a cuatro años de ser madre, gracias hijos.
Las plantas vivimos otra lógica, más cercana al refrán “quien nace para maceta no sale del corredor”. Soy una planta, soy madre de hijos zombies, de bárbaros. Mi reto es el de cualquier otra madre, educarlos. Siendo una planta que se cuestiona y que desde su corredor se sorprende de lo que cuentan los miles de pájaros azules que hacen tuit, tuit, me es difícil responder: ¿Estoy capacitada para prepararlos para el mundo que les tocará de adolescentes, de adultos? ¿Qué código con la capacidad de autogestión debo inocularles en su cerebro? ¿Qué significa su “mamá, a mí me hacen feliz las computadoras y los celulares” “Mamá no te vi porque no te encontré en el baile, pero pásame el video”? ¿Qué referentes construyen cuando aprenden a cantar en inglés, mandarín y español en you tube mientras yo leo las notas que Walter Benjamin hizo sobre Mickey Mouse en 1931? Efectivamente tratar de focalizar sólo un rasgo de los bárbaros es una tarea de plantas que no entienden porque las aves u otros vectores de polinización deben llevar su polen a otro lugar para continuar la vida.
Los bárbaros están haciendo lo que cada generación ha hecho, sobrevivir. Baricco plantea muchas hipótesis del porqué el sentido de la vida para ellos está en el movimiento, la superficie, la desacralización, la rapidez, el conectar para vivir experiencias, no para analizarlas tan profundamente que la vida no alcance para nada más. Vistos así, los zombies, los bárbaros, son otra posibilidad de ser humano, de organizarnos socialmente, de cuestionarnos y crear. Una a la que muchas plantas morirán gritando “Están perdidos, en mis tiempos era mejor” Ni para qué contestarles: dos guerras mundiales, el holocausto, dos bombas atómicas, pederastia en la Iglesia, corrupción, guerras civiles, la supremacía del poderoso (en nuestro país del más gandalla-gandaya). Como relata Baricco, quizá por eso los bárbaros decidieron cambiar el mapa, si la historia y el respeto a la profundidad de los valores sagrados (libertad, igualdad, fraternidad) aniquilan, hieren, discriminan, mejor ser efímero, encontrar el sentido en lo concreto, en lo que voy conectando mientras me muevo por la superficie, en lo que voy necesitando para resolver el presente en una lógica horizontal y no de una “verdad absoluta que termina siendo fatalmente parcial (Baricco 2008)”.
Vivir intensamente, sí vivir con la intensidad de la Novena de Beethoven, quien según Baricco es el compositor que supo crear tanto para la generación de plantas que moría, como para los zombies-bárbaros que nacían en su época. Estamos en una transición similar, dos generaciones que necesitan puentes para hacer más ligero el tránsito de plantas a zombies. ¿Quiénes son nuestros Beethoven? ¿Qué es nuestra Novena? Me gusta creer que como madre, tengo la obligación (aquí se revela mi lógica de planta: el deber ser) de construir, comprender, narrar estos puentes.
Como madre, sólo deseo que mis hijos sigan viviendo y eso es lo que cada generación va haciendo de una u otra forma. En cierta forma, ser madre es en ocasiones ser zombie, más allá de la lectura literal de nuestro aspecto por no dormir. Pero ser madre te lleva a resolver problemas buscando y conectando información en el menor tiempo posible, si se trata de tu hijo, todo es vida o muerte y por supuesto no vas a profundizar si meterle el dedo por la garganta es la mejor forma de sacarle el bocado atorado, reaccionas, la vida impera. En otras tantas situaciones, ser madre es mirar como nunca habías mirado, tú hijo te lo pide; es saber que cada minuto es irrepetible; que por amor vas a jugar videojuegos (cuando en mi juventud escribí sobre cómo destruían la imaginación) y descubrirás que simplemente estabas traduciendo con el diccionario incorrecto.
No tenemos que gozar y darle like a lo nuevo sólo porque es nuevo, como imperativo categórico, pero hay que darle oportunidad a la sorpresa. Como madres, vamos y venimos entre el surfing, la reflexión y la culpa, si eres de las que después de salvarle la vida al chamaco empiezas con “nada hubiera pasado si hubiera triturado más la papilla…” y una lista de hubieras hasta la causa primera. El hecho es que tu hijo está vivo y pregunta: “Mamá ¿por qué brillan las estrellas?” Si Google nos ayuda a responderle al reunir cuanta respuesta ha inventado la humanidad y subido a la red, por supuesto, qué más da. Seamos puentes entre las plantas y los zombies-bárbaros, seamos Beethoven y compongamos la Novena. Esa es mi tarea a cuatro años de ser madre, gracias hijos.
18 abr 2014
El Abuelo
“El taller no es lugar para las mujeres” gritaba mi abuela
desde la cocina (mi Úrsula Iguarán). Por supuesto no hice caso de esos
llamados, tenía tareas más importantes que aprender a guisar. Mi abuelo (mi Melquiades)
me enseñaba a medir, cortar, clasificar, contar y enrollar. Yo debía entregar
paquetes de alambres de cobre y papel doblado en v para que él pudiera
embobinar motores. Me sentía importante, necesaria, científica.
En este taller podía pasar horas sentada en un banco de
madera pintado de azul jugando y trabajando con imanes, pinzas, papel,
flexómetros. Disfrutaba ver a mi abuelo concentrado y después decirme con voz y
ojos expectantes ¿estás lista? El ruido de un motor funcionando nos alegraba a ambos.
Yo reía y me tapaba los oídos, él sonreía. Le habían traído un problema y él
regresaba una solución.
-Muchas gracias maestro Bano ¿cuánto le debo?
-Lo que sea su voluntad
Esa parecía ser su respuesta para la vida, dejar que la
voluntad de Dios o de mi abuela sucediera, él no se pelearía por lo superfluo.
Mi abuelo, Urbano Cuéllar, nació el 4 de agosto de 1927,
casi cinco meses después que Gabriel García Márquez, el abuelo de la literatura
latinoamericana (así lo nombraron los cracks en Bogotá 39
en el año 2007). En México era presidente Plutarco Elías Calles y se vivía la
guerra cristera. En Colombia, Miguel Abadía Méndez era presidente y se cometían
injusticias laborales que desencadenarían la masacre bananera que “El Gabo”
habría de narrar en su obra emblemática: Cien años de soledad.
Mi abuelo juraba que desde el bautizo le tomó la mano a mi
abuela. Ella nació doce días después que él y por la guerra cristera,
probablemente recibieron el primer sacramento juntos en una celebración secreta
dentro de una casa.
Veinte años después, mi abuelo le regala gardenias a mi
abuela mientras caminan en sentidos contrarios en el jardín principal de Silao.
Ellos se hacen novios, comen nieve a escondidas y en Bogotá, Gabriel García
Márquez, publica su primer cuento, La tercera resignación en el diario El
Espectador.
Mi abuelo, guiado por los comentarios de progreso en otras
tierras decide probar suerte en Puebla, convence a su familia y los muda para
allá. Era 1949 y mi abuela, su novia, debe esperar por él en Silao. Gabriel
García Márquez se inicia en el periodismo y publica para El Universal de
Cartagena.
Mi Melquiades regresa a contraer nupcias con mi abuela un 21
de mayo de 1952. Gabriel García Márquez escribía sus últimos cuentos para El
Espectador y se preparaba para escribir su primera novela: La hojarasca.
Para 1966, Urbano Cuéllar ya había regresado al bajío, ahora
buscaba suerte con una tienda de pinturas en el centro de León y había dejado a
sus hermanas en Puebla. Poco después cerró la tienda e instaló de nuevo su
taller. Mi abuela reorganizaba la vida cotidiana en tierra de tenerías con
siete hijos. En la Ciudad de
México, “Gabo” escribía Cien años de soledad, inspirado en su propia familia,
que terminó reflejando otras tantas.
Mi abuelo siempre quiso una hija y le llegó en forma de
nieta en octubre de 1982, su primogénito, mi padre, finalmente llevó a la
familia una niña. Ocho días
después Gabriel García Márquez recibió el Premio Nobel de Literatura.
Dieciocho años después, me introduzco en una tienda sacada
de un cuento de hadas en Jackson Heights, Queens. Libros de piso a techo,
música new age, fuentes y jardines zen entre mesas redondas con largos manteles
bordados que sostienen libros abiertos. Era una espacio reducido pero el mundo
entero cabía ahí. Una mujer con enorme sonrisa me pregunta en inglés qué busco.
Le respondo titubeando, con risa de complicidad recorre un banco y me enseña
orgullosa la colorida colección de la obra de García Márquez. Cien años de
Soledad es un libro amarillo, por supuesto. La hojarasca es verde y Crónica de
una muerte anunciada es morada.
En mi curso de literatura latinoamericana leo por primera
vez: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel
Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo
llevó a conocer el hielo.” Ser latina, ser mexicana, amar la literatura tuvo un
nuevo significado a partir de ese libro.
Cien años de soledad se volvió un espejo, me permitió
aceptar mi vida hasta ese momento, reconocer la magia en la que ciertas
personas vivimos, disfrutar la narrativa por su perfecta combinación de
imaginación, historia personal y memoria colectiva. Comprendí cómo un escritor
va enrollando sus personajes en la estructura de anécdotas, conflictos,
profecías que imagina. Por primera vez vi la literatura como un motor que bien
embobinado produce encuentros, vence distancias físicas y temporales. No
bastaba la inspiración, era necesario trabajar, ser metódico, experimentar,
perfeccionar y cada vez estar listo para la sorpresa que esa unión de palabras
produciría. Chispas amarillas en forma de mariposas me hacían sonreír en ese
nuevo taller que no quería abandonar.
García Márquez es efectivamente el abuelo que con sus
historias me hizo sentir especial frente a un mundo de rascacielos y lógica
pura. Es el abuelo que me enseñó que la locura y la soledad son parte de la
vida, que narrar es dar orden, para que otros miren lo que no saben ver, porque
no creen que sea posible.
Urbano Cuéllar es mi abuelo de sangre, de quien aprendí que
la magia no es suerte, sino trabajo metódico, energía ordenada con un
propósito. El abuelo que me hacía caballito de niña ante la sorpresa de sus
siete hijos que todavía hoy dicen: nunca antes vi a mi papá jugar. El abuelo
que me dejaba leer periódicos y condoritos durante horas en la bodega del
taller con tal de no ir a cocinar o escuchar a las amigas de mi abuela hablar
cosas de mujeres, decían ellas. El abuelo que recibió feliz a mi segundo hijo,
porque dijo se parecía a su padre. El abuelo a quien le sostuve su mano
mientras expiraba y le decía al oído: aquí estoy.
Para mí murieron dos grandes, el abuelo de la literatura
latinoamericana y el padre de mi padre. Nacieron con cinco meses de diferencia,
murieron con dos días de diferencia. Distintas latitudes y caracteres, pero dos
hombres de una misma generación partieron dejándome momentos felices. La
profecía se realizó, la cola de cerdo que es la muerte me tiene en silencio
desde hace días, recordando el taller donde las máquinas cobraban vida, donde
saltaban chispas amarillas, naranjas y me hacían reír. La muerte de García Márquez se coló en
mi mente porque mi hermano lo leyó en Internet, entonces me fui a Macondo, a
Nueva York, a esa frase que por primera vez me hizo llorar la muerte de mi
madre sin miramientos: “Uno no es de ninguna parte mientras no tenga un muerto
bajo la tierra.”
Las anécdotas se agolpan en mi mente, mi abuelo, quien una
vez hizo funcionar la nueva maquinaria alemana de una tenería sin ver planos,
ni leer inglés o alemán, sólo con observar y caminar alrededor, haciendo
pequeños ajustes, casi mágicos, dicen quienes cuentan esta historia una y otra
vez. De un segundo a otro, la inversión que ya maldecía el dueño se volvió
productiva. Mi abuelo que lo mismo reparaba lavadoras, licuadoras, que cepillos
para el cabello y espejos para mi abuela, también gustaba de quedarse dormido
en su sillón después de comer y despertar como si nada ante el llamado de mi
abuela y su insistencia en que socializara con los invitados. Él siempre
respondía al ¿qué nos cuenta don Bano?
-tengo muchos motores- y regresaba al taller. Mi abuelo a quien no le
gustaba estrenar porque se acababa, había que aprovechar al máximo lo que se
tenía.
Escribo, un motor se enciende y estoy en ese taller de
Emiliano Zapata 221 y al mismo tiempo frente al hielo con Melquiades.
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