5 may 2014

Plantas Zombies

“La mirada que se detiene sobre un único rasgo de la invasión bárbara se aproxima peligrosamente a la pura y simple estupidez” afirma Baricco en su libro Los bárbaros, ensayo sobre la mutación. En ese texto llama bárbaros a la generación que los adultos no podemos comprender y solemos ponerles etiquetas como: no se esfuerzan, no les importa nada, no tienen profundidad, no saben estudiar, todo lo quieren encontrar en Google. Esa generación que está entre nosotros y que no vino  a luchar “para controlar los puntos estratégicos del mapa […] sino que están cambiando el mapa” (Baricco 2008) Nos parecen zombies y nosotros para ellos seguramente somos plantas intentando sobrevivir en un ambiente sin agua ni sol. ¿Por qué una planta querría que un zombie, un ser adaptado al nueve ambiente, viviera como ella cuando ya no hay recursos para ese tipo de vida? Por nostalgia o seguramente porque le es incomprensible el nuevo escenario donde se desplazan quienes no tienes raíces, sino pies y aunque parezca que avanzan despacio y mirando quién sabe qué, ellos se mueven, hacen surfing, dice Baricco.

Las plantas vivimos otra lógica, más cercana al refrán “quien nace para maceta no sale del corredor”. Soy una planta, soy madre de hijos zombies, de bárbaros. Mi reto es el de cualquier otra madre, educarlos. Siendo una planta que se cuestiona y que desde su corredor se sorprende de lo que cuentan los miles de pájaros azules que hacen tuit, tuit, me es difícil responder: ¿Estoy capacitada para prepararlos para el mundo que les tocará de adolescentes, de adultos? ¿Qué código con la capacidad de autogestión debo inocularles en su cerebro? ¿Qué significa su “mamá, a mí me hacen feliz las computadoras y los celulares” “Mamá no te vi porque no te encontré en el baile, pero pásame el video”? ¿Qué referentes construyen cuando aprenden a cantar en inglés, mandarín y español en you tube mientras yo leo las notas que Walter Benjamin hizo sobre Mickey Mouse en 1931? Efectivamente tratar de focalizar sólo un rasgo de los bárbaros es una tarea de plantas que no entienden porque las aves u otros vectores de polinización deben llevar su polen a otro lugar para continuar la vida.

Los bárbaros están haciendo lo que cada generación ha hecho, sobrevivir. Baricco plantea muchas hipótesis del porqué el sentido de la vida para ellos está en el movimiento, la superficie, la desacralización, la rapidez, el conectar para vivir experiencias, no para analizarlas tan profundamente que la vida no alcance para nada más. Vistos así, los zombies, los bárbaros, son otra posibilidad de ser humano, de organizarnos socialmente, de cuestionarnos y crear. Una a la que muchas plantas morirán gritando “Están perdidos, en mis tiempos era mejor” Ni para qué contestarles: dos guerras mundiales, el holocausto, dos bombas atómicas, pederastia en la Iglesia, corrupción, guerras civiles, la supremacía del poderoso (en nuestro país del más gandalla-gandaya). Como relata Baricco, quizá por eso los bárbaros decidieron cambiar el mapa, si la historia y el respeto a la profundidad de los valores sagrados (libertad, igualdad, fraternidad) aniquilan, hieren, discriminan, mejor ser efímero, encontrar el sentido en lo concreto, en lo que voy conectando mientras me muevo por la superficie, en lo que voy necesitando para resolver el presente en una lógica horizontal y no de una “verdad absoluta que termina siendo fatalmente parcial (Baricco 2008)”.

Vivir intensamente, sí vivir con la intensidad de la Novena de Beethoven, quien según Baricco es el compositor que supo crear tanto para la generación de plantas que moría, como para los zombies-bárbaros que nacían en su época. Estamos en una transición similar, dos generaciones que necesitan puentes para hacer más ligero el tránsito de plantas a zombies. ¿Quiénes son nuestros Beethoven? ¿Qué es nuestra Novena? Me gusta creer que como madre, tengo la obligación (aquí se revela mi lógica de planta: el deber ser) de construir, comprender, narrar estos puentes. 

Como madre, sólo deseo que mis hijos sigan viviendo y eso es lo que cada generación va haciendo de una u otra forma. En cierta forma, ser madre es en ocasiones ser zombie, más allá de la lectura literal de nuestro aspecto por no dormir. Pero ser madre te lleva a resolver problemas buscando y conectando información en el menor tiempo posible, si se trata de tu hijo, todo es vida o muerte y por supuesto no vas a profundizar si meterle el dedo por la garganta es la mejor forma de sacarle el bocado atorado, reaccionas, la vida impera. En otras tantas situaciones, ser madre es mirar como nunca habías mirado, tú hijo te lo pide; es saber que cada minuto es irrepetible; que por amor vas a jugar videojuegos (cuando en mi juventud escribí sobre cómo destruían la imaginación) y descubrirás que simplemente estabas traduciendo con el diccionario incorrecto.

No tenemos que gozar y darle like a lo nuevo sólo porque es nuevo, como imperativo categórico, pero hay que darle oportunidad a la sorpresa. Como madres, vamos y venimos entre el surfing, la reflexión y la culpa, si eres de  las que después de salvarle la vida al chamaco empiezas con “nada hubiera pasado si hubiera triturado más la papilla…” y una lista de hubieras hasta la causa primera. El hecho es que tu hijo está vivo y pregunta: “Mamá ¿por qué brillan las estrellas?” Si Google nos ayuda a responderle al reunir cuanta respuesta ha inventado la humanidad y subido a la red, por supuesto, qué más da. Seamos puentes entre las plantas y los zombies-bárbaros, seamos Beethoven y compongamos la Novena.  Esa es mi tarea a cuatro años de ser madre, gracias hijos.

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